Hay mucha gente que no comparte
esta opinión, o que incluso llega a asociar la falta de religión con la falta
de moral. David Hume, el filósofo que nos ocupa, va a afirmar, por su parte,
que si religión y moral van de la mano, ¿cómo se explican las guerras, las
persecuciones o la opresión que ha provocado la primera? La religión, desde
luego, no es tan beneficiosa como se nos quiere hacer creer. Y no solo eso, sino que, además, nos corrompe:
el hombre religioso pretende ganar el favor de su Dios mediante prácticas
frívolas (y que yo, personalmente, considero absurdas): misas, ceremonias,
penitencias… Está deseoso de obtener una recompensa; y no logrará dicho premio
mediante el ejercicio de la virtud, pues cree que eso no puede ganarle el favor
divino (“solo” le satisface a él mismo o a la sociedad, pero no a ningún ente
superior). Según esta creencia, cuando si yo actuase de una forma correcta con
la sociedad o con una persona en concreto–si, por ejemplo, le devolviese a Óscar
Sánchez el libro que me ha prestado porque soy así de buena persona– estaría
cumpliendo con un deber que tengo con él, conmigo misma o incluso con la
sociedad, pero no con ningún Dios; por tanto, debería hacer este tipo de cosas
de todas formas aunque no existiese ninguna divinidad. De esta forma, el mérito
de las buenas acciones sería secular, no religioso; a la divinidad no le
serviría de nada que Óscar hubiese recuperado su libro y, por tanto, con tal
acto yo no podría ganarme su favor (aunque tal vez sí el de Óscar).
Así, en lugar de servir a la divinidad tratando de lograr la felicidad propia y la ajena (cosa que puede hacer de todas formas, pero sin que le reporte ningún tipo de recompensa divina), el hombre religioso cree que debe buscar un tipo de cualidades que, según él, resulten agradables al ente superior al que sirve: el celibato, el ayuno, la penitencia, la mortificación… Actos que no aportan nada útil a la sociedad, que no sirven para nada, pero mediante cuyo ejercicio el religioso adquirirá el favor divino. Es por esto que la religión no refuerza la sana moral, e incluso la pervierte al generar una superficial especie de mérito. Por eso, ser hombre religioso no es garantía de ser hombre moral. Personalmente, veo absurda esta última creencia, que mucha gente parece tener; al igual que veo absurdos ciertos rituales como misas o determinadas ceremonias que tienen el objetivo de “quedar bien” a los ojos de nuestro supuesto creador. En el hipotético caso de que dicho creador en efecto exista y pueda percibirnos, me pregunto la utilidad que tales rituales podría tener para él; hay quien dice que son una forma de expresarle “nuestro amor”, pero se supone que Dios lee en nuestras mentes y en nuestros corazones, por lo tanto, ¿no debería saber ya que le amamos, sin necesidad de arrodillarnos a rezar cada domingo? Ese ‘peloteo’ hacia Dios es totalmente inútil, y la convicción de que dicho ente (que ha creado el Universo, que es infinito, que es eterno) nos presta atención constantemente muestra nuestro egocentrismo.